miércoles, 15 de diciembre de 2010

Virulent


Mucho se ha dicho en las últimas semanas sobre los efectos negativos de la tecnología. Sin embargo existe evidencia extensiva de que los video juegos crean un ambiente propicio para el desarrollo de procesos de aprendizaje. Pensando en esto, el grupo Games and Learning Society and the Educational Challenge Research Area de la Universidad de Wisconsin-Madison han desarrollo el video juego “Virulent”. Virulent es un juego de estrategia en tiempo real que pide a los jugadores que controlen las acciones de un virus o una célula. Básicamente, el jugador debe conocer el funcionamiento celular, y el proceso de replicación viral para tomar ventaja de las situaciones de juego. El equipo de cognicionaplicada.com ha participado en este proceso y planea realizar evaluaciones de la efectividad del juego como herramienta de aprendizaje, el próximo año en Colombia.

coming soon...

jueves, 9 de septiembre de 2010

Cómo Cometer Errores

Por Daniel C. Dennett

Cometer errores es la clave del progreso. Por supuesto, hay ocasiones en las que es importante no cometer ningún error: pregúntele a cualquier cirujano o piloto de líneas aéreas. Pero no son muchos los que se dan cuenta de que también hay ocasiones en las que el secreto del éxito radica en cometer errores. No me estoy refiriendo a la máxima popular de que quien nada arriesga, nada gana. Aunque dicha máxima fomenta una saludable disposición a aceptar riesgos, no señala los beneficios positivos que tiene, no ya el arriesgarse a cometer errores, sino el cometerlos efectivamente. Cuando uno comete un error, en lugar de retirarse abatido, debería estudiar los propios errores y darles vueltas en la cabeza como si fueran obras de arte, que es lo que son en cierto modo. Conviene buscar ocasiones de cometer grandes errores, para poder recuperarse de ellos.

Primero la teoría y después la práctica. Los errores no sólo constituyen excelentes oportunidades para aprender; en un cierto e importante sentido, constituyen la única oportunidad de aprender algo verdaderamente nuevo. Para que pueda darse el aprendizaje, tiene que haber aprendices. Dichos aprendices habrán evolucionado por sí mismos o habrán sido “diseñados” y “construidos” por anteriores aprendices que ya evolucionaron. La evolución biológica avanza mediante un grandioso e inexorable proceso de ensayo y error, y sin los errores, los ensayos no lograrían nada. Esto se puede aplicar a cualquier proceso de diseño, tanto si el diseñador es muy hábil como si es un estúpido. Cualquiera que sea el problema del diseño planteado, si no se conoce la solución de antemano (porque a alguien se le ocurrió antes y nosotros la aprendimos, o porque Dios nos la reveló), el único modo de encontrar la respuesta es dar algunos saltos creativos en el vacío y comprobar los resultados. Si uno ya sabe mucho –aunque no conozca la solución al problema del momento-, puede dar dichos pasos guiándose desde un principio por lo que ya sabe; no se están dando simples tanteos de ciego.

Pero en el caso de la evolución, que no sabe nada, los saltos hacia la novedad se dan completamente a ciegas, por medio de mutaciones que se deben a errores cometidos al copiar el ADN. La verdad es que casi todos estos errores son fatales. Dado que la inmensa mayoría de las mutaciones tiene efectos perjudiciales, el proceso de selección natural se encarga de que la tasa de mutaciones sea muy baja. Por suerte para nosotros, la precisión no es absoluta, porque si lo fuera ya se habría detenido la evolución, habiéndose secado sus fuentes de novedad. Ese minúsculo fallo, esa “imperfección” del proceso, es el origen de la complejidad del mundo vivo, con todos sus maravillosos diseños.

La reacción inmediata al cometer un error debería ser “Está bien, no lo volveré a hacer”. La selección natural procede de este modo al eliminar los casos fallidos antes de que puedan reproducirse. En el cerebro de todo animal capaz de aprender a no hacer ese ruido, no tocar ese cable o no probar esa comida debe actuar algo con una fuerza selectiva similar, que los psicólogos llaman “condicionamiento aversivo”. Los seres humanos hemos llevado las cosas a un nivel mucho más rápido y eficaz. Somos capaces de pensar y reflexionar sobre lo que hemos hecho. Y al pensar en ello, afrontamos directamente el problema que todo cometedor de errores debe resolver. ¿qué es eso, exactamente? ¿Qué fue lo que hice mal para meterme en este lío? El truco consiste en aprovechar los detalles concretos del lío en que nos hemos metido, para estar mejor informados en el próximo intento y no seguir dando tanteos de ciego. Dado que ese intento ha fracasado, ¿por dónde debemos lanzar el siguiente?

En su aspecto más simple, esta técnica la aprendemos en la escuela primaria. Recuérdese lo extraña e incomprensible que parecía en un principio una división larga. Nos enfrentábamos con dos números inconcebiblemente grandes y no sabíamos ni cómo empezar. ¿Cabe el divisor en el dividendo seis veces o siete? ¿O son ocho? ¿Quién sabe? Pero no era necesario saberlo; bastaba con probar el número que mejor nos parecía y comprobar el resultado. Recuerdo que me sentí casi escandalizado cuando me dijeron que tenía que empezar “simplemente tanteando”. ¿No estamos hablando de matemáticas? Uno no se anda con tanteos en asuntos tan serios, ¿no es así? Pero poco a poco llegué a apreciar la belleza de la táctica. Si resultaba que el número elegido era muy pequeño, se probaba de nuevo con otro mayor; si resultaba muy grande, se probaba con otro más bajo. Lo bueno de las divisiones largas era que siempre acababan saliendo, aunque uno metiera la pata a lo grande al elegir el primer cociente, en cuyo caso se tardaba un poco más.

Esta técnica general de hacer tanteos más o menos fundados, deduciendo sus implicaciones y utilizando el resultado para introducir correcciones en la siguiente fase, ha encontrado numerosas aplicaciones. Los navegantes, por ejemplo, determinan su posición en altamar empezando por adivinar dónde están. Calculan a ojo su latitud y longitud y después deducen a qué altura se encontraría el Sol si (por una increíble coincidencia) fuera ésa su verdadera posición. A continuación, miden la elevación real del Sol y comparan los dos valores. Con unos pocos cálculos más, saben qué corrección deben aplicar, y en qué sentido, a su posición inicial. Viene muy bien hacer un primer cálculo aproximado, pero no importa que esté equivocado. Lo importante es cometer el error, con todos sus gloriosos detalles, para tener algo concreto que corregir.

Por supuesto, cuanto más complejo sea el problema, más difícil resulta el análisis. Los especialistas en inteligencia artificial (IA) llaman a esto el problema de la “asignación de créditos” (credit assignment), aunque también se lo podría llamar “asignación de culpas”. Muchos programas de IA están diseñados para “aprender”, corrigiéndose a sí mismos cuando detectan que su actuación es errónea, pero uno de los problemas más enrevesados de la IA es determinar qué partes del programa tienen la culpa y cuáles han cumplido. Éste es también uno de los principales problemas –o, por lo menos, una fuente de dudas y confusión- de la teoría evolutiva. Tarde o temprano, tras una vida más o menos complicada, todos los organismos de la Tierra acaban por morir. ¿Cómo puede distinguir la selección natural entre toda la compleja maraña de detalles los factores positivos y negativos, para “premiar” a los buenos y “castigar” a los malos? ¿Tenemos que creernos que algunos hermanos de nuestros antepasados murieron sin descendencia porque el tamaño de sus párpados no era el correcto? Y si no, ¿cómo puede el proceso de selección natural explicar que nuestros párpados hayan llegado a tener la bonita forma que ahora presentan?

Una técnica para facilitar la resolución del problema de la asignación de créditos consiste en ordenar las ocasiones de error en una “jerarquía”: una especie de pirámide de niveles, con una red de seguridad a cada paso. Sobre todo, no hay que desordenar las partes que ya funcionan bien; hay que correr riesgos de manera oportunista. Esto quiere decir que se debe planificar el proyecto de manera que en cada paso se puedan comprobar los errores y adoptar medidas para remediarlos. Entonces se puede ser atrevido en la ejecución, aprovechando los éxitos imprevistos y estando dispuesto a aceptar con elegancia los probables fracasos. Esta es una técnica que los magos ilusionistas –al menos los mejores- utilizan con resultados asombrosos. (Espero no incurrir en las iras de los magos por revelar este truco, ya que no se trata de un truco concreto sino de un principio general muy profundo). Un buen mago conoce muchos trucos de cartas que dependen de la suerte. No siempre funcionan, ni siquiera funcionan con frecuencia. Algunos efectos –difícilmente se los puede llamar trucos- sólo salen bien una vez de cada mil. Pero lo que hay que hacer es lo siguiente: se empieza diciéndole al público que se va a realizar un truco y, sin decir qué truco va a ser, se comienza con el efecto que sólo sale una de cada 1000 veces. Como es natural, casi nunca funciona, de manera que se continúa sin detenerse realizando un segundo intento: por ejemplo, un efecto que sale bien una vez de cada 100. Si también éste falla (que es lo más probable), se pasa al efecto número tres, que sólo funciona una de cada 10 veces, y más vale que se tenga preparado el efecto número cuatro, que sale bien la mitad de las veces; y si todo esto falla (aunque, por lo general, una de las anteriores redes de seguridad habrá salvado ya al mago de esta terrible situación), siempre queda el efecto infalible, que no impresionará mucho al público, pero que al menos no puede fallar. A lo largo de toda la actuación, hay que tener muy mala suerte para depender siempre de este último recurso, y cada vez que sale bien uno de los efectos más vistosos, el público se queda estupefacto. “¡Es imposible! ¿Cómo ha podido saber que ésa era la carta?” ¡Ajá! No lo sabíamos, pero sabíamos como lanzar un golpe a ciegas con esperanzas de acertar. Ocultando de la vista los “errores”, se crea un “milagro”.

La evolución funciona del mismo modo: todos los errores estúpidos tienden a quedar invisibles, y lo único que vemos es la sensacional cadena de triunfos. Por ejemplo, más del 90% de los organismos que han existido murieron sin descendencia, pero ninguno de nuestros antepasados sufrió esta triste suerte. ¡Para que ahora se hable de familias afortunadas!

La principal diferencia entre la ciencia y la magia teatral es que en la ciencia los errores se cometen a la vista del público. Se exhiben para que todo el mundo –y no sólo uno mismo- pueda aprender de ellos. De este modo, uno puede aprovechar la experiencia de todos los demás, y no sólo su propia e idiosincrásica sucesión de errores. Dicho sea de paso, esto es lo que nos hace más listos que casi todas las demás especies. No se trata simplemente de que tengamos cerebros más grandes o más potentes, sino de que compartimos las ventajas que nuestros cerebros individuales han conseguido obtener en sus experiencias personales de tanteo y error.

El secreto está en saber cuándo y cómo cometer errores, para que nadie salga demasiado perjudicado y todos puedan aprender de la experiencia. No deja de asombrarme la cantidad de gente inteligente que no entiende esto. Conozco investigadores ilustres que recurren a los extremos más ridículos para no tener que reconocer que se equivocaron en algo, aunque se tratara de algo trivial. Al parecer, nunca se han dado cuenta de que la Tierra no los va a tragar porque digan “Tiene razón. Creo que estaba equivocado”. Todos habrán observado que a la gente le encanta señalar errores ajenos. Si se trata de personas generosas, apreciarán que se les dé la oportunidad de ayudar, y así lo reconocerán; y si se trata de gente mezquina, simplemente disfrutarán haciendo ver que alguien se ha equivocado. Pero en cualquier caso, todos salimos ganando.

Desde luego, nadie disfruta corrigiendo los errores estúpidos de los demás. Hay que tener algo nuevo e interesante que decir, algo original que pueda ser acertado o no, y para eso hay que construir una pirámide de ideas arriesgadas, como la que utilizan los magos en sus trucos de cartas. Además, hay un premio sorpresa: si es uno de los que más se arriesgan, la gente la pasará muy bien corrigiendo errores estúpidos, para que alguien no es tan especial, que es tan falible como el resto de nosotros. Conozco filósofos que –aparentemente- jamás han cometido un error en su trabajo. Su especialidad consiste en señalar los errores ajenos, lo cual puede constituir un servicio muy valioso, pero nadie excusa sus propios errores con una sonrisa amistosa.

Por lo general, no tenemos que arriesgar la vida y la integridad para aprender de nuestros errores, pero hay que prestarles constante atención, sin perderlos nunca de vista. Lo más importante es no intentar nunca ocultar los errores. Si uno los oculta, es posible que consiga aumentar su reputación, como lo hacía el mago; pero se trata de una solución a corto plazo que, a la larga, acabará constituyendo un tormento. En segundo lugar, hay que aprender a no engañarnos a nosotros mismos, negando que los hayamos cometido o procurando olvidarlos. Esto no es fácil. La reacción humana natural ante el error es de vergüenza y enfado, y hay que esforzarse mucho para superar estas reacciones emocionales. Procuremos adquirir la poco frecuente costumbre de recrearnos en nuestros errores, desentrañando con gozo las curiosas ocurrencias que nos llevaron a equivocarnos. Entonces, después de sacarles todo el partido posible a los errores cometidos, ya puede uno olvidarlos sin problemas y buscar la siguiente gran oportunidad.

A lo largo de la vida, todos cometemos muchos errores, y algunos de ellos (a menos que se trate de una persona verdaderamente afortunada) resultarán muy dolorosos, para uno mismo o para otros. Siempre hay maneras de sacarles el mejor partido posible, porque cuanto más aprendemos de los errores relativamente inofensivos menos probable será que cometamos los más desastrosos.

Fuente: http://cogprints.org/288/1/howmista.htm

martes, 13 de julio de 2010

Cognición Distribuida: ¿Nos hace el Ipad más inteligentes?

Un reportaje en la revista WIRED sobre las ventajas que tiene el uso del Ipad (y por esta misma ruta el Iphone) para el aprendizaje en contextos virtuales. La idea básica es que el uso de una interface en la que los usuarios mueven cosas con sus manos (agarran, sueltan) es más natural que uso de una interface basada en instrucciones por teclado. La evidencia que señalan muestra que los estudiantes aprenden más cuando interactúan con ventanas de información organizadas una al lado de la otra (como en el Iphone), que cuando interactúan con ventanas que se superponen (como en el computador). No es claro, sin embargo, como conectan la idea básica con la evidencia. Es importante por las consecuencias que tiene para programas como "computadores para educar". ¿No sería posible remplazar costosos computadores por celulares? Comentarios bienvenidos... El primero es que hay que evaluar la viabilidad de repartir celulares costosos en un país donde lo pueden matar a uno por robárselo. Igual, el mismo problema existe con los computadores.

http://www.wired.com/gadgetlab/2010/07/ipad-interface-studies/


Y un bono... Siftables una nueva herramienta educativa (Subtítulos en español en el menú debajo de la pantalla).

viernes, 2 de julio de 2010

Tecnología y Fútbol: Tres razones cognitivas y una educativa.

La evidente incapacidad de la FIFA para corregir los errores arbitrales es como menos sospechosa. Se pregunta uno si Blatter conoce el Internet, el ipod o las medicinas antivirales. Con su conservadurismo y su cara de político bonachón, parece un papa medieval consciente de su poder y temeroso de los cambios. Los errores arbitrales en partidos recientes señalan aún más la necesidad de respaldar el trabajo arbitral con herramientas tecnológicas: El gol en fuera de lugar de Argentina, el empate negado a Inglaterra, el segundo gol de Holanda contra Eslovaquia surgido de una falta que no existía, el gol de Luis Fabiano con dos manos seguidas, y el gol de España contra Portugal también en fuera de lugar. Estos errores muestran dos cosas: los errores arbitrales se cometen en partidos trascendentales y favorecen normalmente, aunque no siempre, a los equipos favoritos.

Desde el punto de la psicología cognitiva, existen buenas razones para implementar el uso de la tecnología y el respaldo distribuido de las decisiones arbitrales en momentos críticos del juego.

1- El fútbol es un juego caótico.
Caótico se entiende aquí en el sentido matemático del termino que implica una alta sensibilidad a las condiciones iniciales (Elaydi, 1999). Esto implica que cualquier sistema caótico puede comportarse de diferentes maneras y establecer diferentes dinámicas dependiendo de los parámetros utilizados al comienzo de una serie de interacciones. En el caso del fútbol, esto es especialmente evidente: en el desarrollo histórico de las copas del mundo, más del 60 por ciento de los equipos que empezaron perdiendo los partidos de segunda ronda o más, perdieron los partidos. Es más, ningún campeón del mundo ha empezado perdiendo la final. En palabras simples, en etapas decisivas es básicamente imposible para un equipo recuperarse de un error arbitral adverso.

2. La percepción en tiempos cortos es limitada y dominada por ideas preestablecidas.
Las decisiones arbitrales se toman en tiempos muy cortos. Un balón a 36 km por hora, un pase al pie, recorre 1 metro 100 mls; un jugador a 18km por hora recorré medio metro en ese tiempo. Bruner (1985) señala que por debajo de los 250 ms, la percepción está altamente dominada por las ideas previas, en lo que se denomina procesamiento descendente (top-down processing). En otras palabras, a esa velocidad las personas no ven lo que hay, sino lo que creen. Es más, Bruner muestra que a esas velocidades, una vez se forma una percepción errada es muy difícil cambiarla. Para el caso del fútbol, lo que esto implica es que es básicamente imposible para los árbitros separar lo que están viendo de la herencia cultural y mediática de la que son parte. Más allá de la intensión de los árbitros, o de las teorías conspiratorias que acusan a la FIFA de favorecer a ciertos equipos, sus decisiones deben ser bajamente confiables y favorecer a ciertos equipos en particular.

3. El sesgo implícito.
El punto anterior se complementa con los desarrollos en psicología social sobre sesgos implícitos. Estos desarrollo que han aparecido en la investigación sobre estereotipos muestran que las personas pueden tener tendencias positivas o negativas hacía ciertos grupos sociales, así no sean conscientes de estas (Banaji, Hardin & Rothman, 1993). Esto ha sido especialmente estudiado en el caso de la discriminación por raza, donde se ha mostrado que las personas blancas tienden a activar más fácilmente calificaciones negativas cuando evalúan fotografía de personas de raza negra. Se podría hacer un caso para mostrar que estos sesgos influyen en las decisiones arbitrales. De hecho, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Pensilvania y de la Universidad de Cornell (Price & Wolfers, In Press) muestra que los árbitros de la NBA tiende a favorecer a los jugadores de su propia raza cuando determinan faltas personales. Para el caso del fútbol, se podría pensar que la historia de un equipo o su visibilidad mediática afectan inconscientemente las decisiones de un arbitro tomadas bajo presión y en tiempos cortos que afectan la percepción y evaluación de eventos.

4. La moral subyacente a la impunidad en el fútbol
La última razón expuesta aquí es una razón educativa. La pregunta es qué clase de moral transmite el fútbol, qué tipo de participación política promueve, y, en últimas, qué tipo de ciudadano construye desde sus prácticas. A diferencia de deportes como el Fútbol Americano, donde los técnicos pueden apelar jugadas y el reglamento obliga a los jueces a explicar sus decisiones, micrófono en mano, al público presente en el estadio, el fútbol considera las decisiones de los árbitros cosa juzgada, y en ausencia de instancias de apelación esto deriva en frustración y agresión entre los jugadores. Albert Camus, quien jugó de arquero dijo “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol. Aprendí que la pelota no viene nunca por donde se la espera. Eso me ha servido en la vida”. ¿Qué deberíamos añadir a la lista? ¿Qué hemos aprendido del fútbol? Que un arbitro se equivoca y no se puede exigir un trato justo; que si otro jugar te mira, hay que tirarse al piso y revolcarse como si te hubiera pegado en la cara; que uno puede ser bueno y perder de todos modos; que la justicia nunca está del lado de los débiles. Esperemos que nuestros niños estén aprendiendo algo mejor que eso.

lunes, 28 de junio de 2010

Soñar Despierto

¿Alguna vez lo han visto soñando despierto y se ha muerto de la vergüenza? La buena noticia es que todas las personas lo hacen. Es más, según investigación reciente, las personas sueñan despiertas durante aproximadamente el 30 por ciento del día. Contrario a lo que se creía, este estado de búsqueda mental, y su versión extrema, hablar sólo, no son signos tempranos de la psicosis. Así que para todos los que, en estos días de mundial, se han soñado jugando la final, o para las mujeres no apasionadas por el fútbol que han decidido que la mejor opción para sobrevivir es soñarse en una cita romántica con algún jugador, este link presenta investigación reciente sobre el tema que señala las posibles funciones de soñar despierto, las ventajas que tiene para el logro de objetivos a largo plazo, y su relación con la creatividad en diversos tipos de tareas.

sábado, 5 de junio de 2010

Serie sobre Política, Cognición y Medios (1).

Aquí va una serie de posts sobre política, cognición y medios para ponernos a tono con el ambiente nacional. Un poco tarde, pero las elecciones son como el mundial, cada cuatro años hay revancha. Claro ya llevamos tres mundiales sin ir.


1. Sobre los factores que determinan un voto racista (Inglés con subtitulo en español que se activan debajo del panel de control de la presentación).


http://www.ted.com/talks/lang/eng/nate_silver_on_race_and_politics.html


Esta charla explora los factores que incrementan el voto racista en Estados Unidos. Entre los factores que facilitan este fenómeno están bajos niveles de educación, la condición rural de la zona y la estructura segregada del espacio urbano en las ciudades y suburbios. Interesante porque nos impulsa a preguntarnos cuales son los determinantes del voto en nuestro contexto: ¿Educación? ¿Ingreso? ¿Desesperanza Aprendida?


2. The Political Brain (Part 1) (Sólo Inglés).


http://www.youtube.com/watch?v=yNJEq4URCYE


The Political Brain (Part 2) (Sólo Inglés)


http://www.youtube.com/watch?v=0Wl7uPfurP8&NR=1


Este video nos muestra la irracionalidad del votante promedio. El video muestra como las campañas políticas aprovecha la tendencia del votante promedio a reaccionar más por primeras impresiones y emociones básicas que por un ejercicio racional. Más interesante aún, el video muestra como ser racional y propender por un argumento que evalué evidencias y teorías, pros y contras, puede ser contraproducente para los candidatos. Ante un ataque directo y personal de Bush, Al Gore decide construir un argumento racional y pierde favorabilidad en los votantes. El reto político y cognitivo que este video nos presenta es como hacer una política nueva, que sea a la vez capaz de superar las viejas prácticas, pero también capaz de alcanzar al electorado. ¿Cómo hacer política limpia y efectiva?


domingo, 30 de mayo de 2010

Games Learning Society

http://www.gameslearningsociety.org/

Digital media are changing the way we think, learn, and interact - with important implications for our lives. Interactive media environments - or "video games" are at the forefront of this push toward an interactive and participatory culture. They let us relive historical eras, manage our favorite sports teams, or even lead organizations in virtual worlds consisting of hundreds of real people from around the world.

domingo, 23 de mayo de 2010

Implicit Asociation Test

http://psychcentral.com/blog/archives/2008/08/18/top-ten-online-psychology-experiments/

"6. Project Implicit. The Implicit Association Test is a sorting test that assumes people don’t openly express their social biases. To gauge any unspoken implicit biases toward one’s own social group, the IAT measures interference between conflicting categories. Respond to words related to self and to and others’ faces, using different buttons – then the images switch and conflict arises when using the same button for those categories. Project Implicit has been running this experiment online for ten years and collected data from 3.5 million tests. From the original test about racial bias there are now also fun variants like “Are You Human or Alien?” The IAT is controversial – cognitive psychologist Chris of the blog Mixing Memory says, “…there is no real evidence that it measures attitudes, much less prejudices. In fact, it’s not at all clear what it measures, though the fact that its psychometric properties are pretty well defined at least implies that it measures something.” If results say you’re a space alien, that’s just a measure of fun."