miércoles, 10 de agosto de 2011

Construir una Nación Futbolística: Tribuna 101

Había prometido dedicar este post a la comparación entre culturas futbolísticas y sus correlatos en las tradiciones publicitarias; tal vez a la banalidad con la que se intenta construir una imagen del país sin atender a su tradición y sus raíces, como si fuera suficiente con presentar comerciales en colores primarios, para construir una tradición propia. Sin embargo, he encontrado una mejor opción: la observación directa de la conducta de los fanáticos durante los partidos de Colombia en el mundial sub-20 y lo que ésto nos dice sobre la existencia o inexistencia de una nación futbolística.

No sé si el aumento en los precios de las boletas y la consecuente exclusión de las barras habituales explica lo que ha sucedido en los últimos partidos, pero lo cierto es que no pueden cantar más cuarenta Coreanos perdiendo que cuarenta mil bogotanos ganando, ni es excusable el silencio sepulcral que cubrió al Campín con el primer gol de Francia, ni es del todo respetable que los insultos que se escucharon cuando Peñalosa entró en la tribuna sur fueran perfectamente entendibles a veinte metros. Es un partido de fútbol por Dios santo. La barra debe silenciar al rival y animar al equipo local. El partido debe vivirse hasta el final. No, como es común con los hinchas bogotanos, o por lo menos los que van a este mundial, que afanados dejan la tribuna 5 minutos antes de que se acabe el partido (como si estuvieran perdiendo, cuando en realidad van ganando por 2 a 0).

Claro, el mundial ha contribuido a la construcción de una mínima tradición futbolística. Primero, el equipo juega bien, es ordenado y colectivo en muchos sentidos. Eso es bueno, pero no evitará que los hinchas abandonen al equipo o empiecen a insultarlo con el primer traspiés, como se escucha de vez en cuando en estos días en el Campín, cuando las cosas no salen. Segundo, hemos incorporado dos símbolos del fútbol: la ola y las vuvuzelas, o buselas como las llaman los vendedores ambulantes a la entrada del estadio. Dos símbolos, claro está, de grandes naciones futbolísticas, ganadoras y acumuladoras de trofeos: México y Sudáfrica. La ola, es cierto, es un símbolo del fútbol, pero no es un símbolo de ningún equipo (como dijo mi hermano cuando Malí se le venía encima a Colombia y la tribuna distraída se dedicaba levantar los brazos en vez de alentar al equipo). Las vuvuzelas, en cambio, no son, siquiera, un símbolo de este juego: silencian a la tribuna en un ruido amorfo que no anima al equipo, ni asusta al rival, ni presiona a los árbitros. Y es que, como sabe cualquier hincha, el estadio tiene que tener estados de animo; los sonidos del público deben seguir los ritmos del partido y las situaciones que se van dando. La tribuna debe cantar un canto colectivo, y sufrir o gozar con lo que está sucediendo en el verde infinito que se extiende bajo los reflectores.

Sin embargo, por momentos, el ambiente en el Campín, y me van a odiar por decirlo, se parece en cierta medida al de un partido de béisbol. En el partido contra Francia, el asistente del camarógrafo tenía que animar a la tribuna para que aparecieran cantando en las tomas de apoyo. En partido contra Corea, la gente aplaudía a la mascota y esperaba regalos (como en los peores partidos de los Piratas). Y en el partido contra Malí, la tribuna enardecida celebraba la asistencia anunciada por el parlante (40328 espectadores), en el justo instante en el que el equipo rival pegaba un tiro en el palo, dando la impresión de que el estadio en pleno estaba celebrando la acción de los africanos.

De pronto, lo que pasa es que nuestra tribuna como nuestros jugadores es débil mentalmente, se distrae con facilidad y se silencia. O peor, puede ser que la tribuna sea una metáfora del país. Nuestras barras, como el país, rara vez actúan en colectivo: mientras unos intentan cantar, otros chiflan y otros hacen ruido con las vuvuzelas, pero no hay una definición, un canto que unifique los esfuerzos. Nuestra barra, como el país, tiene serias dificultades para tomarse en serio su tarea: como un grupo de hinchas que cantaba “natalia”, “natalia” “tengo hambre” “tengo hambre” y otras frases sin sentido en los momentos más difíciles del partido contra Costa Rica, como si haciendo un chiste se fuera a solucionar el problema.

Para concluir, y para que no se me acuse de no hacer una crítica constructiva, he decidido escribir un pequeño manual “Tribuna 101”, sin pretender ni más saberme todos los cantos, ni ser un hincha de los que va todos los domingos al estadio. Un manual con los movimientos básicos que todo hincha (de Colombia) debe saber. El manual va a así: Cuando el rival tiene la bola se chifla, y si la pierde o la pasa mal se dice “buuu”. Cuando el arbitro pita contra el equipo local, se le grita ciego o “ese de rojo/negro %%&&$” dos veces seguidas. Cuando el arbitro pita a favor (independientemente de que lo haga bien o mal), se aplaude y se pide tarjeta. Oriental y Occidental presionan a los jueces de líneas: chiflan el fuera de lugar en contra, y aplauden el fuera de lugar a favor. Los cambios se aplauden y se corean los nombres de los jugadores (en el supuesto de que la tribuna los conozca). Si el jugador rival se bota en el piso, se le grita “llorón” (independientemente de que esté lesionado o no: la ecuanimidad no hace parte de este proceso). En los tiros de esquina se grita “y gol, y gol y gol” o “si se puede”. Si el rival se mete con un jugador del equipo (como sucedió ayer mientras la gente hacía la ola sin fijarse en lo que pasaba en el campo) se canta así: si el gentilicio del rival es de dos silabas, se grita el gentilicio dos veces y después un insulto que se usa primordialmente en Colombia. Si el gentilicio del rival es de tres silabas, se canta del gentilicio del rival y después un insulto que se usa primordialmente en México. Finalmente, cuando el equipo local tiene la bola se canta: “oe, oe, oe, oa que mi Colombia va a ganar”, o como mínimo "Colombia". No sobra aclarar, dadas algunas confusiones observadas en los partidos del mundial, que la tribuna no debe chiflar cuando el equipo local tiene la bola y no puede silenciarse cuando el rival ataca.

Ah, y cuando el arquero rival va a sacar, se estiran las manos y se dice... mejor vean este video (http://www.youtube.com/watch?v=T6SEedAPfUk ) y averigüen que están a punto de decir los mexicanos en la misma situación en el minuto 1:29 o lo que cantan los Coreanos en el segundo 21. Entonces, habrán pasado su primer nivel de “Tribuna 101”.

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