jueves, 28 de julio de 2011

Construir una Nación Futbolística: Identidad, Cultura y Realismo Cognitivo

La actuación de la selección Colombia en la reciente Copa América ha generado debate en los medios y ha enardecido nuestro tradicional espíritu derrotista en las redes sociales, sí, ese mismo que hemos conocido desde los tiempos de “¿A qué vamos si igual vamos a perder?”. La pregunta es, sin embargo, más profunda: podemos ganar algo grande sin ser una nación futbolística, si ésta es, en el mejor de los casos una nación micro-futbolera, de pases cortos y pisar la pelota, no de correr al espacio vacío, cruzar centros o hacer diagonales. No sería quizá el mejor remedio asumir con resignación, si se quiere con realismo, que no estamos hechos para ésto y hacer del patinaje nuestro deporte nacional.

Si nuestros cantos son prestados, versiones modificadas de cumbias argentinas acompañadas con iconos foráneos como las sombrillitas del Racing o de cualquier otro equipo del sur: ejemplos mal imitados de otras latitudes, como nuestro fútbol que desde la cancha del barrio hasta la selección cambia de estilo por semestres: un fútbol donde a veces se quiere jugar a lo brasileño – pero sin la movilidad sin balón que acompaña la gambeta- y a veces a lo alemán buscando el pase frontal y el “fútbol vertical”. País donde se idolatran los equipos extranjeros como queriendo rescatar algo parecido a un pasado europeo, un poco como nuestros antepasados que pegaban los segundos apellidos (Juan Perez Sanchez de Azcuenaga/Diana Martinez-Blair/John Sánchez Perez Ladrón de Guevara) para mantener la poca herencia europea que les quedaba. Si nuestro país es tan ajeno al fútbol, que no hay un canto que unifique a la tribuna -salvo el artificial E OE OE OE OE que se silencia como una sentencia en los momentos difíciles de los partidos, engrandeciendo al rival en el Campín-. En el mundial pasado, en los bares de Madison o Pittsburgh donde se reúnen los latinos inmigrantes a apoyar a sus equipos está diferencia era notable. Brasileños, Argentinos y Chilenos cantaban al unisono los cantos nacionales compartidos por todos (e.g. Ver este video por ejemplo para entender la especificidad de las formas de apoyar a los equipos en diferentes países), y la pregunta que venía a la mente era si en una situación análoga, en la victoria o en la derrota, pero en la cumbre de la experiencia cultural del fútbol, uno tendría palabras para cantar. No sería malo tener, por ejemplo, establecer un soy colombiano “en las buenas y en las malas” para que los hinchas dejaran de ponerse la camiseta de Brasil cuando la selección pierde. Tocaría eso si hacer una versión diferente que no fuera imitación del canto argentino. En el peor de los casos, deberíamos asumir algo parecido al canto español que descarta la victoria como objetivo y la remplaza por la experiencia colectiva: “hemos venido a emborracharnos el resultado nos da igual”. Tal vez, y asumiendo nuestros resultados recientes, podríamos intentar un canto de fidelidad a lo “You Never Walk Alone” o intentar remplazar con triunfos en otras áreas nuestro fracaso futbolístico; algo así como el “Two World Wars and One World Cup” de los ingleses. Intentar algo así como “primeros en fauna y flora y en café, y 35 en la clasificación de la FIFA”, o “Dos océanos, tres cordilleras, un pase errado y cuatro tarjetas amarillas”.

La pregunta es: deberíamos abandonar toda pretensión y todo sueño ad portas del mundial juvenil, y aceptar que nuestro país es tan ajeno al fútbol que no se necesita saber de fútbol para hacer publicidad sobre fútbol. Y no esto no sería de extrañar, sino fuera por el supuesto que en una nación futbolística todos deberían tener una idea básica de la historia y los procesos del fútbol. Sólo basta revisar los recientes comerciales de apoyo a la selección y promoción del mundial juvenil para entender el origen de la tragedia de nuestro juego colectivo: la ausencia de una cultura futbolística y la inexistencia de un realismo cognitivo. Por un lado los comerciales, son un fiel reflejo de una sociedad que no considera el fútbol una parte esencial de su cultura (es más esencial como se ve en los comerciales el baile); por el otro, los comerciales reproducen el voluntarismo de “creer es poder”, y “hay que sudar la camiseta”. Voluntarismo que contradice ideas respaldadas por la investigación cognitiva que señalan que el problema del desempeño experto no es la voluntad o la motivación, sino la práctica deliberada durante largos periodos de tiempo.

Sobre el primer punto, uno puede comparar claramente la diferencia en la cantidad de referentes culturales, y la especificidad de estos, entre, por ejemplo, los comerciales hechos en Argentina (e.g., Fui Yo el del palo en el último minuto contra holanda en el 78, fui yo el del travesaño contra Yugoslavia en el noventa, contra Brasil obviamente fui yo... Ustedes dirán: ¿dónde estuviste contra Suecia y contra Alemania? Que va ser, él de abajo también juega y los comerciales hechos en Colombia (e.g., la país donde el fútbol se baila). Si aceptamos por una vez que no somos una nación futbolística, debemos revisar cuales son nuestras opciones para alguna vez ganar algo. Una opción sería cambiar la cultura: empezando por construir un canto nacional y ponerlo en los periódicos para que la gente tenga con que alentar. Otra construir procesos de largo plazo, desde tener escuelas y canchas de fútbol en las ciudades hasta mantener los técnicos un tiempo suficiente como para que los jugadores automaticen los movimientos y el reconocimiento de patrones necesario para un desempeño experto. Diez años o diez mil chunks decía Herbert Simon se requieren para llegar al más alto nivel de desempeño , tal vez deberíamos darles a los jugadores de nuestra selección la quinta parte de este tiempo. Esos diez años no están en nuestra infancia porque no somos una nación futbolística. En el mejor de los caso, tenemos diez años de micro-fútbol y banquitas en la calle del barrio, pero ésto no implica que tengamos las habilidades básicas para fútbol: en el barrio por ejemplo es raro él que sabe cabecear o quien en vez de pisar la pelota como un jugador de micro-futbol, la pega al borde externo, o le pega de zurda. Ni hablar de los cambios de frente. El punto es que si queremos ganar alguna vez tenemos que construir una nación futbolística, a través de la cultura y los procesos.

Bueno tal vez haya otra opción: organizar campeonatos juveniles de local y jugar la final en Bogotá. Esperanza a la que nos aferraremos con las uñas durante el próximo mes.

La próxima semana "Cultura, Publicidad y Fútbol", y la que sigue "El Realismo Cognitivo y Los Procesos en los Deportes".