Los debates psicológicos y educativos son debates morales. En ellos, no se hace una discusión pura del método, sino que se encuentran posiciones enfrentadas sobre el deber de la sociedad y los destinos posibles de las naciones. Esto es así porque la educación define los elementos esenciales que determinan el carácter moral de los ciudadanos -la identidad de los niños y adolescentes, el control parental y las formas de socialización- y la psicología define la frontera entre la enfermedad y la sanidad mental. Por eso no es extraño que el conservadurismo moral enfile baterías contra transformaciones en estos espacios. Esto es sabido y no hay mucha sorpresa en ello. Ha sucedido antes con cambios en las formas de ejercer la sexualidad, de vestirse o de bailar. Lo que es sorprendente es que el nuevo campo de batalla sea la relación entre los adolescentes y la tecnología, y que esta batalla este siendo dada en su mayoría por los adultos que en el pasado se revelaron contra las restricciones de orden moral impuestas por los adultos de su época.
En días pasados un periodista me llamó pidendome un concepto sobre la adicción a la tecnología en mi calidad de experto en videojuegos y aprendizaje. Yo siguiendo un precepto más académico que mediático contesté lo que se sabe sobre el tema: La adicción a la tecnología no existe! Lo que los adultos y algunos medios llaman adicción a la tecnología es parte del proceso de socialización normal de los niños y adolescentes. Desde mi perspectiva, no hay nada extraño en que adolescentes y jóvenes pasen horas comunicándose y jugando con otros online. Si esto fuera una adicción habría que proponer también la adicción al fútbol, por todos los niños que gastan horas enteras jugando fútbol en las cada vez más escasas esquinas del barrio, y un síndrome de adicción a los amigos por todos los que gastamos nuestra adolescencia socializando en diferentes espacios públicos, desde las calles del barrio hasta los centros comerciales. Es cierto que algunas personas pueden desarrollar conductas compulsivas con algunos elementos de la tecnología, como los video juegos, pero esto puede ser en la mayoría de los casos el resultado de un desorden clínico de otro tipo, un desorden obsesivo compulsivo por ejemplo, anterior y diferente al uso de la tecnología. Una persona con este diagnostico se puede volver adicta al juego, a los videojuegos o a coleccionar muñecas de trapo. No existe en el manual de diagnostico (DSM-IV) nada llamado “Adicción a la Tecnología”, ni siquiera se usa el término Adicción. Existe el abuso o dependencia a las sustancias pero eso es otra cosa. Una persona puede derivar en un uso compulsivo de medios de información, juegos o redes sociales pero no hay nada especifico a la tecnología que la haga especialmente adictiva. Ni siquiera es una sustancia. ¿Cómo se podría definir entonces un trastorno como éste? ¿Qué efectos neuropsicológicos podría tener una sustancia que no existe?
Creo que lo que está sucediendo tiene que ver más con una guerra generacional de vieja data sobre el nivel de intervención parental en la socialización de los niños (Boyd, 2008) y con la forma en que las nuevas tecnologías han empezado a modificar la distribución social del conocimiento y a debilitar la legitimidad de los actores sociales tradicionalmente encargados de preservarlo. En relación con el primer aspecto, existe una creciente desconfianza pública alrededor de la socialización informal de jóvenes y niños (Chabon, 2009). Esta desconfianza deriva en una restricción de estos espacios donde los niños y jóvenes pueden interactuar sin intervención de los adultos (Stout, 2010). Mucho de lo que los adultos llaman adicción a la tecnología es parte de procesos de socialización normales. La diferencia es que ahora en vez de irse a jugar por la tarde a la calle del barrio, y no hacer las tareas, los niños y adolescentes se quedan en casa, “parchando”. Esta teoría, propuesta por Steinkuehler & Williams, 2006, señala que los espacios virtuales se están convirtiendo en los nuevos lugares de socialización. Es necesario recordar aquí la importancia que esta socialización informal durante la infancia tardía y la adolescencia tiene para el desarrollo de la identidad. Aunque algunos padres pretendan restringir las opciones de interacción de los niños y pretender que estos se dedique 24/7 al trabajo académico, esta posición no es ni realista, ni saludable. Los niños y adolescentes recurren a los espacios virtuales para interactuar y jugar con otros en formas que son fundamentales para su desarrollo. Formas que no son en la mayoría de los casos comprendidas por los adultos, que son sin lugar a dudas inmigrantes, no nativos, de los espacios digitales (Prensky, 2001). Y en esa condición de hablantes de la segunda lengua de lo digital, no pueden comprender y se asustan con las posibilidades de lo que les es desconocido.
El caso es, para terminar esta historia, que ante mi respuesta, el periodista me ignoró. Si yo decía “la adicción a la tecnología no existe”, el preguntaba “pero bueno cuales son los síntomas de esta adicción?”. Intentaré ser más espectacular la próxima vez, amarillista si se quiere, y citar algún síndrome que dé para un buen titular. Por ahora se me ocurre que podría ser el síndrome de Stendhal en el que las personas tienen taquicardia cuando están expuestos a un arte extremadamente bello. Esto explicaría por ejemplo porque se desmayan las groupies en los conciertos... o no?
Puede que tenga razón, es interesante la idea de que haya una especie de complot de la tradición contra las nuevas maneras de socialización. pero estoy en desacuerdo y es completamente debatible la idea determinista del primer parrafo que dice: "la educación define los elementos esenciales que determinan el carácter moral de los ciudadanos" desde las ultimas perspectivas en cognición social como la teoría de dominios se sostiene precisamente lo contrario. la educación no determina unicausalmente la moral.
ResponderEliminarHay dos coincidencias: Primero, la teoría de dominios se centra en el desarrollo de conceptos morales basados en la interacción con pares (inspirada en Piaget), hacia lo cual apunta este articulo mediante la socialización virtual y con lo que estoy de acuerdo parcialmente porque la interacción es totalmente distinta y la base del desarrollo moral es la negociación de reglas en esa interacción.
Segundo, la teoría de dominios, refuta por completo la escuela o formación del caracter (desde Kohlberg ya se refutaba), entonces la idea de que la educación heteronoma forma el caracter como afirma el primer parrafo, se mando a recoger hace unos solidos 40 años, de hecho es tradicional y conservador hablar de caracter moral (se puede consultar la propuesta de William Bennett, principal teorico de la escuela del caracter moral y zar antidrogas de Bush en los 80s).
Por lo demás el articulo esta muy bien para preguntarnos acerca de los nuevos modos de socialización.