La evidente incapacidad de la FIFA para corregir los errores arbitrales es como menos sospechosa. Se pregunta uno si Blatter conoce el Internet, el ipod o las medicinas antivirales. Con su conservadurismo y su cara de político bonachón, parece un papa medieval consciente de su poder y temeroso de los cambios. Los errores arbitrales en partidos recientes señalan aún más la necesidad de respaldar el trabajo arbitral con herramientas tecnológicas: El gol en fuera de lugar de Argentina, el empate negado a Inglaterra, el segundo gol de Holanda contra Eslovaquia surgido de una falta que no existía, el gol de Luis Fabiano con dos manos seguidas, y el gol de España contra Portugal también en fuera de lugar. Estos errores muestran dos cosas: los errores arbitrales se cometen en partidos trascendentales y favorecen normalmente, aunque no siempre, a los equipos favoritos.
Desde el punto de la psicología cognitiva, existen buenas razones para implementar el uso de la tecnología y el respaldo distribuido de las decisiones arbitrales en momentos críticos del juego.
1- El fútbol es un juego caótico.
Caótico se entiende aquí en el sentido matemático del termino que implica una alta sensibilidad a las condiciones iniciales (Elaydi, 1999). Esto implica que cualquier sistema caótico puede comportarse de diferentes maneras y establecer diferentes dinámicas dependiendo de los parámetros utilizados al comienzo de una serie de interacciones. En el caso del fútbol, esto es especialmente evidente: en el desarrollo histórico de las copas del mundo, más del 60 por ciento de los equipos que empezaron perdiendo los partidos de segunda ronda o más, perdieron los partidos. Es más, ningún campeón del mundo ha empezado perdiendo la final. En palabras simples, en etapas decisivas es básicamente imposible para un equipo recuperarse de un error arbitral adverso.
2. La percepción en tiempos cortos es limitada y dominada por ideas preestablecidas.
Las decisiones arbitrales se toman en tiempos muy cortos. Un balón a 36 km por hora, un pase al pie, recorre 1 metro 100 mls; un jugador a 18km por hora recorré medio metro en ese tiempo. Bruner (1985) señala que por debajo de los 250 ms, la percepción está altamente dominada por las ideas previas, en lo que se denomina procesamiento descendente (top-down processing). En otras palabras, a esa velocidad las personas no ven lo que hay, sino lo que creen. Es más, Bruner muestra que a esas velocidades, una vez se forma una percepción errada es muy difícil cambiarla. Para el caso del fútbol, lo que esto implica es que es básicamente imposible para los árbitros separar lo que están viendo de la herencia cultural y mediática de la que son parte. Más allá de la intensión de los árbitros, o de las teorías conspiratorias que acusan a la FIFA de favorecer a ciertos equipos, sus decisiones deben ser bajamente confiables y favorecer a ciertos equipos en particular.
3. El sesgo implícito.
El punto anterior se complementa con los desarrollos en psicología social sobre sesgos implícitos. Estos desarrollo que han aparecido en la investigación sobre estereotipos muestran que las personas pueden tener tendencias positivas o negativas hacía ciertos grupos sociales, así no sean conscientes de estas (Banaji, Hardin & Rothman, 1993). Esto ha sido especialmente estudiado en el caso de la discriminación por raza, donde se ha mostrado que las personas blancas tienden a activar más fácilmente calificaciones negativas cuando evalúan fotografía de personas de raza negra. Se podría hacer un caso para mostrar que estos sesgos influyen en las decisiones arbitrales. De hecho, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Pensilvania y de la Universidad de Cornell (Price & Wolfers, In Press) muestra que los árbitros de la NBA tiende a favorecer a los jugadores de su propia raza cuando determinan faltas personales. Para el caso del fútbol, se podría pensar que la historia de un equipo o su visibilidad mediática afectan inconscientemente las decisiones de un arbitro tomadas bajo presión y en tiempos cortos que afectan la percepción y evaluación de eventos.
4. La moral subyacente a la impunidad en el fútbol
La última razón expuesta aquí es una razón educativa. La pregunta es qué clase de moral transmite el fútbol, qué tipo de participación política promueve, y, en últimas, qué tipo de ciudadano construye desde sus prácticas. A diferencia de deportes como el Fútbol Americano, donde los técnicos pueden apelar jugadas y el reglamento obliga a los jueces a explicar sus decisiones, micrófono en mano, al público presente en el estadio, el fútbol considera las decisiones de los árbitros cosa juzgada, y en ausencia de instancias de apelación esto deriva en frustración y agresión entre los jugadores. Albert Camus, quien jugó de arquero dijo “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol. Aprendí que la pelota no viene nunca por donde se la espera. Eso me ha servido en la vida”. ¿Qué deberíamos añadir a la lista? ¿Qué hemos aprendido del fútbol? Que un arbitro se equivoca y no se puede exigir un trato justo; que si otro jugar te mira, hay que tirarse al piso y revolcarse como si te hubiera pegado en la cara; que uno puede ser bueno y perder de todos modos; que la justicia nunca está del lado de los débiles. Esperemos que nuestros niños estén aprendiendo algo mejor que eso.
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