Con wikipedia en paro, wikileaks al borde la quiebra y Assange arrinconado para evitar su extradición, la furia institucional parece estar ganando la batalla. La pregunta es, entonces, si los cambios que sus autores pretendieron impulsar -la democratización de la información a través de los adelantos digitales-, trascenderán la gloria y la caída de las wikis. Lo que desconocen quienes cantan victoria desde la institucionalidad, y entre estos una buena parte de los actores educativos, es que la transformación en las formas de producción cultural es tan profunda que se requeriría cortar el cable para poder ganarla.
Existe un lugar común en algunos sectores intelectuales, particularmente entre una fracción importante de profesores y otros auto-nombrados protectores del saber público: Wikipedia es una fuente de desinformación. La verdad es que Wikipedia no es significativamente menos precisa que las enciclopedias y libros de texto usados por la mayoría de los adolescentes y que el razonamiento colaborativo, del cual Wikipedia es un ejemplo privilegiado, tiene una alta probabilidad de producir mejores resultados que los productos individuales (Ver Comentario). Wikipedia no es un recurso menor cuando se le compara con las fuentes de información que tienen las poblaciones no especializadas. De hecho, muchos de los artículos escritos anónimamente para la Wiki son realizados por estudiantes graduados o profesores cuya formación sobrepasa con creces la de los autores de los libros de texto.
Dicho esto, la pregunta es por qué existe tanta animadversión contra Wikipedia en algunos grupos intelectuales en el contexto Colombiano? La pregunta es, en otras palabras: ¿Quién le teme a Wikipedia?
Habría que empezar por señalar a aquellos que tuvieron el control del capital simbólico, el mapa de recursos de lo que es valioso o no dentro de los espacios intelectuales y sociales durante años, y lo perdieron con el advenimiento de la Internet. Los que tenían el poder económico para pagar una subscripción al New Yorker o al New York Review of Books en los 90´s y podían citar en sus artículos las últimas tendencias de la intelectualidad global: “Esos que llamábamos intelectuales, antes de la Internet”, como los refería, con ironía, el profesor argentino Marcelo Auday. De alguna forma, lo que los recursos virtuales, con Wikipedia a la cabeza, han hecho a los detentores del capital simbólico es -usando una metáfora metalera- “caspearles el grupo”. Hacer popular lo que antes estaba restringido a una élite que se preciaba de sus méritos y coleccionaba recursos en función del control de ciertos códigos, ciertas formas de hablar, ciertas preferencias.
Para seguir habría que pensar en aquellos cuyo rol ha sido la acumulación y defensa del conocimiento. Y allí cabrían actores diversos: profesores simpatizantes de las pedagogías tradicionales, abogados educados en la memoria del código, productores de la industria cultural dependientes de un consumo mediático restringido. Aquellos a los que Wikipedia les quitó el monopolio del saber. Monopolio ya debilitado antes por las fotocopias y siglos antes por la imprenta. Con Wikipedia lo que uno dice como profesor está sujeto a revisión, siempre hay una segunda opinión. Y eso produce terror. El conocimiento público nos desviste de nuestras pretensiones intelectuales y hace evidentes nuestras debilidades.
Por último habría que señalar a los nostálgicos de la idea del autor. Aquellos para quienes el valor del conocimiento viene de quien lo dice y no de lo que se dice; aquellos para quienes la gloria consiste en ser ellos los primeros, y los únicos, que lo dijeron. Todavía hay profesores universitarios (no todos por supuesto) que eliminan sistemáticamente los coautores de sus textos -normalmente asistentes de investigación con menos poder y buenas ideas- a la hora de la publicación final. Como si no supiéramos todos, que al final del día, nuestras ideas surgen, en gran medida, de los intercambios que tenemos con nuestros grupos de investigación y con nuestros pares académicos.
Todavía hay quienes sueñan que se podrán encerrar por días en una habitación vacía y saldrán a los seis meses con una idea que cambiará el mundo. Para este grupo, Wikipedia es un peligro porque respalda la idea de que un producto intelectual confiable puede existir sin un autor. Como si las grandes enciclopedias no fueran también el producto de unos pocos elegidos arbitrariamente: lords ingleses en la enciclopedia británica, autores locales educados en colegios privados, profesores universitarios con un rubro en sus proyectos para financiar libros.
Cuando se habla alfabetización generalmente se piensa en la manera de lograr que grupos significativos de la población más vulnerable accedan a habilidades básicas de lectura y escritura. Esta preocupación, por supuesto, no es gratuita en un país donde más de un millón seiscientas mil personas no saben leer, ni escribir. Sin embargo, la alfabetización hoy requiere educar ciudadanos capaces de usar medios digitales y esto implica no solamente ser capaz de prender un computador y entrar a Internet; implica educar personas capaces de entender que, como dice Erica Halverson, la alfabetización no se reduce a saber consumir productos culturales sino también requiere ser capaz de producir contenidos. Ciudadanos capaces de entender el valor del razonamiento colectivo en ambientes virtuales y de aceptar sus matices. Los enemigos y los aliados de Julian Assange están entre nosotros, y las escuelas no están preparadas para educarlos.
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